sábado, 25 de septiembre de 2010

Esa extraña

Estoy casi seguro de que no llovía.  Pero está sonando “Purple rain” en este café donde escribo  y lo recuerdo.  Era tarde para el sol y entrada la noche estaba oscuro, igual que ahora que es temprano.  Ahora suena “When a man love a woman” y sé que tenía que contar esta memoria.  Dormimos juntos.  Ella, una bonita mujer de unos treinta y cortos años.  Volvía del trabajo, igual que yo.  Cuando desperté me sonrió alzando los ojos sin levantar la cabeza.  Yo estaba sorprendido, como supongo que le pasa a cualquiera que se despierta y no sabe bien donde está.  No creo haberle devuelto la sonrisa.  Parado, aferrado a mi bolso, con las ropas arrugadas y los ojos lagañosos, me pasé una mano por el cabello y me encaminé hacia la salida sin voltear.  Se llamaba… no lo sé.  Nunca nos nombramos.    Cuando desperté nuestros alientos se acariciaban.  Apenas unos centímetros, rostro contra rostro.  Me expliqué apresuradamente que solo tenia que caminar para recordar, para entender como ella y yo… habría llegado cuando yo dormía, como el sueño, uno insolente claro, pero bonito.  No tuve que despertarla para levantarme.  Pero ella despertó con más conciencia que yo.  Debí poner esa cara de tonto que intento disimular frunciendo el entrecejo.  De seguro parecía más constreñido que enojado, cosa que tampoco estaba.
La escuché decirme sin hablar: ¿te gustó?, ¿viste lo que hicimos?
Yo estaba confundido me digo ahora, nunca encuentro las palabras cuando me sorprendo.  Recién ahora que ha pasado cuánto… ¿cinco años?
Ya amaneció y todavía escribo después del parpadeo que le ha quitado a la avenida ese alo de misterio, de refugio, y a este café, el tono confidente.
No he vuelto a verla aunque quizás nos hemos vuelto a cruzar, quien sabe, ya no la recuerdo, aunque todavía recuerde esa sonrisa traviesa, esos ojos brillantes, esa figura de mujer acurrucada en un bostezo.  Era una mujer bonita, de unos treinta y cortos, volvía del trabajo igual que yo.  Nos reunió el atardecer que esa misma noche nos separaba.  No tuve que despertarla para levantarme.  Ella me sonrío.  Yo no dije nada, y bajé del micro.

1 comentario:

  1. Un encuentro fugaz y a la vez intenso, significativo, tanto que no se borra con el tiempo.

    Besos.

    ResponderEliminar