lunes, 6 de septiembre de 2010

El ciclo de las alas

A veces, a orillas del sueño, con una creciente incertidumbre y la linterna casi sin aceite, escucho venir los pichones del infierno. ¡Ah, que malditas criaturas! Tengo el oído atado a sus maniobras aéreas, y al vibrar del tímpano se me eriza la piel y una comezón me muerde de agujas invisibles el cuello, las piernas, la espalda, la panza. Parece que el espanto no puede esperarme y un puñado de heraldos viene a escoltarme. Sé que es inútil, pero mato a uno y otro monstruo volador en sus descansos. Vienen más y así seguimos, hasta que una brecha suficiente de tiempo me permite adormilarme y ya no oírlos.

Soy en el sueño, tal vez otra polilla. Eso explicaría por qué amanezco sin colcha ni sábanas, y el sabor a diente molido en la boca pastosa, tal vez polvo de libros, o el dolor crepuscular en los omóplatos, de un aleteo incontrolable, o la jaqueca palpitante, vestigio de mil golpes en la noche de mi vuelo. Sí, tal vez sea una polilla cuando duermo.

Si aparezco en tu cuarto, cabeceando los perfiles inconclusos de las cosas, debes matarme. Quizás entonces, duerma tranquilo.

1 comentario:

  1. buenisimo q t pusiste a postear! t metiste con todo! despues q termino d leer los otros t digo lo q m parecieron! un abrazo loco!

    ResponderEliminar