sábado, 21 de agosto de 2010

Recuerdos

Es curioso como recuerdo mi vida. Si tuviera que explicarlo creo que comenzaría diciendo que son imágenes. Algo así como fotos. Pero distinto. Es decir, no veo todo el cuadro, como si hiciera foco en algo de la escena, en torno a lo cual podría reconstruir otros detalles pero no lo hago, no interesan. A veces ni siquiera recuerdo algo físico sino una situación, por lo general inusual, que no tiene en si un ancla en un objeto sino en una acción, aunque es una acción peculiar, no tiene movimiento, son series cuando mucho, congeladas. Si recuerdo una melodía supongo que podría argumentar que lo que viene a mi mente son fracciones sucesivas de vibrantes sonidos encadenados, que se reclaman unos a otros en un orden, que se desatan unos a otros conforme aparecen en mi mente. Esto vale también para situaciones, como cuando alguien me dice, te acordás de tal cosa, cómo no, ese día que pasó tal y tal cosa, pero esperá, resulta que vino fulano y abrió la puerta del garaje y vos estabas parado cerca de la ventana, y tenías el martillo en la mano y … ah, que me golpeé el dedo ¿no?, exacto, sí ya me acuerdo. Situaciones encadenadas. En veces el recuerdo está sujeto a un sentimiento del momento, a una sensación que tuve. Quizás a eso se deba cuando me ocurre un dejavú, quiero decir que lo que se repite no es en sí un acontecimiento exacto, sino que la sensación emocional resurgida equipara dos situaciones al colmo.
Algo extraño son los recuerdos del futuro, a esto entiendo, le llaman premoniciones. Las vislumbro como proyecciones inconscientes. Luego si en ese entonces estaba yo escribiendo y las tomé, quedan grabadas. Son en todo caso, excepcionales estos acontecimientos. Supongo que tal vez no tanto, pero sí el hecho de grabarlos accidentalmente y luego descubrirlos como lo que son, recuerdos del futuro. Creo que en gran medida, el recordar cosas que en nuestra concepción del tiempo aún no han ocurrido me da un poco de miedo. Esto no lo digo como una confidencia sino para intentar una explicación. Si recuerdo lo que todavía no pasó, ¿significa que hago que suceda?, podría llegar a ser cierto en alguna medida, pero otras veces, no se me ocurre como. Por ejemplo el otro día escribía yo un cuento en el que el personaje utilizaba una máquina de calcular, soy cajero, es el oficio que da de comer a mi familia, así que esto no es tan ocurrente, entonces contaba que ese cajero de mi cuento utilizaba una máquina de calcular, para hacerlo saber dije: “Crujen las mil alfileres crispándose sobre el papel en la máquina de calcular” No me cuestioné demasiado esta expresión cuando la escribí, acaso me pregunté un par de veces por qué escribía alfileres crispándose sobre la hoja, cuando mi experiencia de trabajo me hacía saber que el ruido que produce la ejecución de estas máquinas no semeja a una sucesión de pinchazos sino tal vez al disparo de una vieja cámara fotográfica. Al día siguiente, habiendo cambiado de puesto y por consiguiente de máquina, descubrí entre sorprendido y algo espantado, el sonido de mi nueva calculadora, una catártica catarata de perforaciones, que bien cuadraba con la descripción de las alfileres perforantes. Recuerdos del futuro.
Escribía en verso hace algún tiempo: “…pues cuando llegue la muerte / como el río que se invierte / nos iremos al pasado” Morir es quedar presente solo en el recuerdo de los que nos conocieron, quedar presente, siendo pasado, parece una contradicción, ¿no es cierto? ¿Y si solo existe el pasado? La declaración: “Mañana fui al medico” parece un error semántico o lógico si se quiere, pero la conjugación está basada en normas que se apoyan en la clásica concepción pasado, presente, futuro. Si solo existe el pasado, la contradicción desaparece y así las cosas “Mañana fui al médico” es una expresión correcta dentro de estas nuevas normas. Usted dirá: pero es que mañana todavía no llegó, a lo que yo le respondo ¿y usted como sabe?, porque no lo recuerdo, entonces ¿toda cosa que no recuerde no existió?, es decir como no recuerda el día de mañana ¿eso significa que todavía no existe mañana?, claro todavía no existe, ¿y si lo recordara? ¿qué diría entonces?, que visitaría al médico hoy mismo, pero hay un problema, ¿cuál?, que ya lo ha hecho, ¿cuándo ocurrió eso?, mañana.

Las sonrisas

Crujen las mil alfileres crispándose sobre el papel en la máquina de calcular. El hombrecillo polvoroso se afana tras el teclado. La vista clavada en los números, la mano epiléptica espasmo tras espasmo. Se sacude la tiza grizada en un estremecimiento inconsciente de los hombros. La polvareda anda y desanda los caminos de luz que arroja el monitor y vuelta a posarse en los hombros. Se hincan las alfileres sobre los ojos, que se cierran con fuerza y con fuerza se abren. Hay la parva de papeles que su oficio acumuló durante el día vomitada sobre las bandejas, amenazando desparramarse. Hay las manos que se estrujan sin sentido. Hay el polvo somnoliento que urde en las narices. Y cuando el cansancio y la preocupación están a punto de quebrar la ocupación siempre están ellos. Ellas, él. En casa. Junto a la cuna. Acariciando su cabeza apenas nacida. Durmiendo la inocencia. Y los ojos maternales despiertos cargados sobre las ojeras que van de la cuna al esposo. Y el cabeceo de ella para indicarle que se siente a la mesa servida. El hombrecillo vuelve a su tarea, no va a ganarle esa chusma de símbolos, esa incansable abominación de números, esa revuelta de acertijos y sin sentidos. Vuelve a la carga y vence la masa sublevada e incongruente con la satisfacción más antigua del mundo, la más antigua del hombre. La familia está a salvo.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Con luz y sin ella

Cuando por accidente o incidente nos vemos desprovistos de alguno de los sentidos, el cuerpo se las arregla para suplir la falencia aumentando la sensibilidad de los otros órganos sensoriales. Es notable como un invidente percibe el mundo a través de la audición o el tacto, notable porque para el resto de nosotros esos datos, recogidos y decodificados ,  son difíciles de imaginar siquiera sin la mediación de la vista, sin embargo vemos como estas personas pueden, con ciertos ajustes en su vida cotidiana, arreglárselas para desenvolverse en el mundo. Confiamos mayormente en la percepción de nuestros sentidos siempre y cuando estos no contravengan la racionalidad de la que nos jactamos como especie. Es decir, si sentimos olor a quemado nos pondremos de inmediato a buscar cual es el foco del incendio, y si después de una exhaustiva búsqueda no descubrimos fuego o siquiera algo que se haya quemado nos decimos que alguien ha estado fumando o que es simplemente esta ciudad, que terminará por asfixiarnos entre escapes y bocinas, y cerramos de un manotazo la ventana. A veces, nos parece ver algo o a alguien con el rabillo del ojo, cuando comprobamos que estamos solo, nos explicamos que lo que sucedió fue que una sombra se descolgó por la ventana o que la vista cansada de tano monitor televisor está pidiendo descanso o en el más extremo de los casos, que un espíritu o un ángel se dejó ver por descuido o advertencia. Por lo general el mundo como lo conocemos es la traducción de nuestros sentidos, la interpretación  de la información recopilada mediante tacto, olfato, vista u oído de cuanto nos rodea. Una sobreabundancia de datos puede hacer colapsar nuestro centro nervioso de la misma forma que una pc hogareña se cuelga. De esta manera optamos por apagar la radio si esta encendido el reproductor de cd o miramos un programa por vez y no dos a un mismo tiempo, aunque padezcamos de zapping. Más temprano que tarde, nuestros sentidos se osifican a la rutina y solo perciben, en función del ámbito en que estemos, lo que se supone debemos percibir allí. Esta automatización nos hace arribar a conclusiones equivocadas cuando el patrón de los supuestos se altera y nosotros olímpicamente acomodamos la diferencia de forma que cuadre en nuestra tabla. Estamos entonces transformando a conveniencia los datos recogidos y acomodándolos al mundo posible. Cuando nos vemos privados de algún sentido y más cuando esta privación se prolonga algún tiempo, resignificamos nuestra experiencia, por lo general alarmante, en una transposición apresurada y negligente. Pero, entonces y por ejemplo: ¿Qué es lo que vemos cuando no vemos con los ojos?


Tengo dos llaves de casa, una conmigo siempre y la otra escondida en la tortuga que alumbra el porche. Así que nada, no me molesta, afuera hoy no me quedo, mañana hago otro juego y santas pascuas. Parece mentira che, nada por aquí, nada por allá, no hay caso.

- Si señor… trabajando señor ya lo ve, es que quiero poner los papeles de Rawson al día señor… hasta el lunes… por supuesto, a primera hora como siempre.

Qué hará el señor hasta el lunes, no lo imagino en su casa, que la tiene, y familia, mujer y dos hijos chicos, pero no, no lo veo en pantalón corto jugando con el perro y los pibes o dándole un beso a su señora, claro, los muchachos de la oficina comentan que la mujer es preciosa, yo nunca la vi, pero no, para mi el señor desaparece por las noches en el ascensor del vigésimo séptimo piso y de alguna forma reaparece allí a eso de las diez u once de la mañana, nunca se sabe. De las llaves ni noticia, dónde las puse, bue, a ver, café, sí, sí, esta mancha en la alfombra es de hoy, ayer la alfombra del pasillo estaba limpia, claro, porque no había café, está quemado, y bue, un poco más de azúcar. Que lindo esta así todo callado, hay que ver como cambia el paisaje sin tanto alboroto, sin cuchicheo de papeles, sin chasquidos de teclados, sin carreritas de tacos, de “tacos” que piernas mi Dios, es una trepadora, pero que cuerpo, tiene con que trepar, además tonta no es, si hasta me da un poco de miedo, que salame, pero la va de te ayudo sin interés y no, siempre hay algo, con el señor, con él es más formal, y quien no, no es cuestión de que se sospechen privilegios, que serían ganados, bien podría imaginarse en que ley, por eso mismo, que café de mierda, un poquito, a ver, ¿llovizna afuera?, lo dicho, debe hacer un tornillo bárbaro, y acá esta lindo, a ver Domínguez, présteme su sillón hombre, que lo tiró que cómodo es che, y la oficina de punta en blanco, faltaría más, y se hace el que labura el muy hijo de mayo, y pensar que al principio yo me lo creí también, hasta que me apioló Ramírez:

- Ese es de puro dedo.
- ¿Qué?
- Que esta puesto, lo puso Marcial, después de que Piernas se desmayara aquel día, ¿te acordás?, otra más, el exceso de trabajo, el estrés, dejame de joder, que corre de un lado para el otro es verdad, pero tenés que ver que hace la mina, relaciones públicas, favorcitos a los de arriba ni bien se le presenta la oportunidad, semana de la dulzura te digo, una golosina por un beso, y qué golosina si es una…
- ¿Tanto así es?
- Empezó de azafata en pago a jubilados.
- Ah yo pensé que era secretaria.
- Escalón por escalón se sube la escalera Juancito, a la otra minita que laburaba con ella cuando terminó la pasantía la portaron vía, pero ella quedó, fue auxiliar de Gómez.
- ¿Quién?
- Gómez, de clearing, el pelado petizo, el de los dedos de chancho.
- ¡Ah! don Javier Gómez, buen tipo ese ¿no?
- Sí, sí, con el estuvo hasta hace tres meses cuando vino para acá, y ahí la tenés, secretaria del gerente de la sucursal 52, y en todo esto habrán pasado cuánto, siete meses, no más, no si la nena anda rápido y apunta bien y lo traen a Domínguez para que atienda la parte legal y además que la ayude a la pobre con la excesiva tarea de secretaria, ah, no te olvides de Lolita, que es el caballito de batalla, la viejita todo el día dale que dale, y siempre con esa cara de resignación dispuesta, esa es la que salva las papas siempre, la vieja es una máquina, se enchufa a las ocho y se desconecta a las seis, vos la ves y parece que está en cámara lenta pero te digo que de su escritorio salen papeles que deben talar un árbol por día para abastecerla, ahora… no sé nada de ella, está acá desde que vine y no sé, como es tan callada la vieja, es solterona creo.

Los zapatos me aprietan las medias me dan calor, que lindo, ¿no le molesta si apoyo los pies en el escritorio Domínguez? me imagino que no. Apa, el último cigarrillo, igual me compro de pasada, pero que frío debe hacer afuera. Domínguez, Domínguez, así que puesto el tipo, este Ramírez no quiere a nadie, pero debe ser, debe ser. Ya las once, que lo tiró, ¿le molesta si prendo su radito Domínguez? Uia, ¿y esta cartera? Domínguez, esto si que es noticia, hombre grande, qué es esto: preservativo, peine, espejito, lápiz labial??? , documentos, ah sos vos Piernas, Zulma Luciana Zaiec, a ver, tenés...treinta, treinta y siete, bien llevados seguro, no sos ninguna nena, Zulma Luciana, Luciana, esa es nueva, Luciana, no sabía. Bueno Luciana, te dejo, el saco en mi oficina, monedas tengo, hasta la planta baja, Sarmiento no está, por ahí ha de andar, que vida la de portero, a la pelotita que ventolina, me congelo, el kiosquito inmortal, la única vela en este entierro, pero dejé la cartera abierta que chambón, vuelta, hasta el veintisiete, cajón espejado, que caripela tenés Juancito, pero no tengo sueño, ya me desvelé. Ay que fiaca, eso si.

- La puta madre, si seré boluda, dónde estás mi amor, dónde estás. Juán, usted por aquí, me ha dado un susto terrible caballero.
- Es que las llaves, no sé donde las dejé y…
Que tipo boludo si de solo verlo se lo figura cualquiera, es un pobre diablo, tan sumiso y cordial él. -Fíjese que yo me he olvidado la cartera.
Buscala por ahí Luciana lo que no parece que vayas ha encontrar es la dignidad como te sigas vistiendo así
- Qué casualidad hoy es día de olvidos, es que estamos cansados, viernes a la noche después de todo el trajín de la semana Zulma que le vamos a hacer.
- Ah, aquí está mi bolso, lo que pasa es que no doy a basto con tanto trabajo.
- Sí la he visto correr de un lado para el otro Zulma– favorcitos.
- ¿Usted encontró sus llaves?
- Son estas las tenía encima que torpeza la mía
Y con esa cara nadie esperaba otra cosa querido - Pero que bien, seré curiosa ¿va usted por casualidad para la estación?
- Bueno a decir verdad es decir yo normalmente no pero hoy fíjese que…
Es vueltero además de lento que tipo pesado Dios mío.
- …tengo que rumbear para esos lares porque,…
Vas o no vas, a ver si te decidís de una buena vez
- …en fin sí.
- Bien entonces podríamos compartir un taxi, ¿le parece?
¡Ah! por ahí venía la cosa, esta señorita sabrá cuánto gano, que digo seguro que sabe, lo que pasa es que le importa un comino.
- Ah usted lo decía por eso - uh y ahora cómo zafo.
- Sí por supuesto, pero si no quiere no importa no hay problema.
- No no nada de eso no hay ningún problema - que dije, ¿soy estúpido yo?
- Bien entonces ¿bajamos?... ¡¿Juán?! está usted bien ¿qué pasó?
- No se preocupe Zulma de seguro vuelve enseguida quédese donde está - mierda que esta oscuro, ¿qué habrá pasado, será general? - aquí estoy, ¡ups! perdone.
- No es nada Juán.
- Es que no la vi.
- Por favor… - Con las veces que me han tocan el culo en el tren me voy a espantar por esto por Dios - …ni lo mencione.
- Tómeme del hombro que yo la guío, vamos a acercarnos a la ventana para aprovechar la luz de luna.
- Buena idea - La puta madre se me va a hacer tarde ya la estoy viendo a la chirusita esa echándome en cara la hora para rascar unos pesos más, gajes del oficio querida si cuidas nenes sabés cómo son las cosas, a mi no me vas a venir con historias.
- Cuidado con la máquina de café Zulma - Quién me iba a decir a mi que iba a terminar la semana de perro guía de Piernas, si se entera Ramírez me va a gastar hasta cansarse, ¿qué es ese olor? huele muy bien.
- ¿Ve algo con ese encendedor?
- No se preocupe, vamos bien.
- Usted dirá que niñería pero me pone especialmente nerviosa la oscuridad - Estoy hablando de más a ver si este monigote anda después esparciendo en la oficina que me entró pánico a mí, que digo esparciendo mejor que ni se le ocurra comentar nada, ya voy a encontrarle la vuelta para insinuarle que no lo haga, que sería perjudicial (para mi imagen por supuesto) o qué se yo que le invente, va, después de todo este mosquita,¡ja!, quien va a creer algo raro de… ja.
- Es perfectamente normal Zulma, es el miedo más viejo del hombre - Es perfume, sí el perfume de Luciana, que bien huele
- ¿Miedo dice? no Juán una mujer como yo no le teme a las sombras, figúrese que me las he tenido que ver con cosas peores que esas y no soy de achicar usted comprenderá.
- Aja, ya veo - Si no fuera que me cae como una patada al hígado le daría un beso aunque más no fuera para que dejase de decir pavadas, ¡pero que estoy diciendo! parece que el corte me alcanzó el cerebro - Ya ve Zulma mire hacia allá, ¿ve esa puerta?
- No, ¿cuál?
- Por allá.
- ...
- Bueno es la salida a la escalera.
- Ah claro.
- Quédese acá junto a la ventana que yo abro y con la luz de emergencia del pasillo le va a resultar más fácil caminar.
- ¿Le parece Juán?, no, mejor voy con usted.
- Hágame caso, ya vengo, mire parece que toda la ciudad ha quedado en penumbras, qué espectáculo peculiar.
A la mierda que tiene razón este tipo, que cosa más espeluznante, es una película de terror, apenas veo el edificio de enfrente y de la calle ni noticias, que miedo me está entrando.
- ¡Juán!
- Ya voy, déme un momento - Que lo tiró que es histérica, casi me hace gracia la situación, si no fuera que no me está gustando nada esto de luces fuera.
- Ah bueno, ¿todo en orden?
- Sí, pero tengo una mala noticia.
- ¿Ahora qué?
- La puerta esta cerrada.
- Ah bueno, eso sí que es una muy mala noticia ¿y entonces?
- ¿Y entonces qué?
- Entonces ¿qué hacemos?
¿Tengo cara de cerrajero yo? - Bueno hay dos posibilidades.
- Diga diga
- Una, esperamos a que vuelva la luz, aunque no tengo idea cuando pueda ser eso.
- ¿Y la otra?
- Y la otra y la otra… llamamos a Sarmiento por teléfono para que nos abra.
- Eso, sí, hagamos eso, tenga use mi celular.
- No es necesario, uso alguno de la oficina.
- No que va, vamos ¡llámelo llámelo!
- Bueno a ver, ¿con este se prende no?
- Solo marque
- Bien
Dios mío porque me haces esto - ¿Y?
- Está llamando - dale Sarmiento, dónde estas viejo, no te hagas el ota y atendeme el teléfono che.
- ¿Qué pasa?
- No sé, no atiende.
- A ver déme
Que tipa brava por favor - ¿Y Zulma?
- Nada.
- Qué le dije.
- Sí pero no puede ser.
- Bueno pero es.
- ¿Entonces qué hacemos?
- Déjeme pensar… por casualidad, ¿tendría un cigarrillo para convidarme?
- ¿Eh?
- Un cigarrillos es que se me acabaron y…
- Ah sí entiendo tenga.
- Gracias, mire a decir verdad por ahora al menos no se me ocurre nada mejor que esperar un rato a ver si vuelve la luz.
- Pero es que tengo cosas que hacer.
- Entiendo Zulma, si de mí dependiera...
- Llamo de nuevo, este portero es un inconsciente, cómo no viene a abrirnos… cuando usted subió ¿le dijo algo?
- No lo vi.
- ¡Aaaah no le puedo creer tanta mala suerte junta!
- ¿Y a usted Zulma?
Atendé el teléfono porterito inútil - A mi nada, no lo vi tampoco vaya a saber en dónde estaba el señor, vaya a saber en dónde esta ahora, ¿puede ser qué no sirva ni para atender el teléfono?
- Si me disculpa un momento ya vuelvo.
- ¿A dónde va Juán?
- Al baño, ya regreso.
- Pero… ¿ve algo?, se va a golpear.
- Tengo un encendedor con eso basta.
- Bueno si a usted le parece. ¿Hola?... sí Muriel, estoy demorada querida, te tenés que quedar un poco más, cómo está Julián… ¿duerme?... bueno, no sé, no sé a que hora, vos quedate ahí, en la heladera hay suji de ayer, servite… bueno perfecto.
Que distinto se ve el baño ahora que no se ve, debe haber una perdida, ese rumor de agua viene de la mochilla me parece, debe estar el tapón pinchado como en casa, a ver, a ver, que lo parió, esta ardiendo el encendedor, mejor lo apago antes de que me explote en la mano, esto de pillar de memoria es totalmente una experiencia nueva, me siento como aquella vez de pibe cuando lo encontré en el baño del colegio a Gonzalo meándole el tacho al portero, pobre Don Luis, si hasta tenía el trapo adentro, ¡qué culpa me dio!, como si lo hubiera hecho yo, ¿estaré embocando?, creo que sí, ahora, si no viene la luz pronto esta tipa me va a taladrar el cerebro, que nerviosa que es, que lo tiró, yo también ya quisiera estar en casa, sacarme los zapatos, mirar un poco de tele, leer un rato en la cama, pero no, y bueno que se le va a hacer. ¿Puede ser que huela desde acá el perfume? es como de… como de… no sé pero como que me recuerda a algo.
- Veo que remodeló.
- Ah sí, siéntese Guzeta las traje junto al vidrio porque aquí entra más luz.
- Juan
- ¿Quién?
Juan Luciana, puede ser que no recuerdes mi nombre, entiendo que no soy personal jerárquico pero bueno che. - Que mi nombre es Juan Guzeta, pero puede decirme Juan.
- Ah que boba, sí Juan claro. ¿Ya pensó algo?
Y bueno, ahí vamos de nuevo - A decir verdad sí.
- ¿Y bien?
Que por algún motivo que no puedo más que adjudicar a lo avanzado de la hora y la escasez de luz, y a ese, ese perfume que lleva puesto y lo impregna todo, me dan ganas de …
- ¿Juan, hombre, qué le pasa, se quedó mudo?
- No que va, pensando, pensando que podríamos intentar llamar a los bomberos pero digo si Sarmiento sigue sin aparecer.
- No no sería un problema porque usted comprenda que vendrían y entonces usted y yo y un problema porque no no Juan eso no estaría bien no sirve
- Y bueno, claro, sí, tiene razón.
Qué cosa con este marmote pone esa mirada de perro mojado y para decir dos ideas juntas hay que apretarle el cuello y ahora con esta ganzada de los bomberos - ¿Quiere otro cigarrillo?
- Sino es molestia.
- Tenga y déme fuego, el mio se quedó sin vencina.
- ¿Sabe a qué me hace acordar esto?... al viaje de egresados.
- Ah mire usted, pero por qué lo dice.
- Bueno qué se yo no sé, estupideces no me haga caso.
- No qué va dígame por qué.
- Y… la luz tenue, el frío, no tener nada que hacer más que fumar mientras el micro andaba y andaba.
- Es verdad… tiene algo de aquello, y no está diciendo ninguna pavada, a mi también me lo recuerda.
- Tenga.
- No deje Juan.
- Vamos Zulma, déjese de cosas y agarre que está empezando a hacer frió.
- Bueno, gracias.
- Ese sobretodo también tiene su historia, ¿me creería que lo llevé al viaje de egresados?
- Mmmm
- Hace bien, pero la verdad es que también me trae muchos recuerdos, me lo regaló una novia que tuve.
- Ah que pícaro.
- Ja, bueno, ella era un encanto de mujer y no recuerdo en que ocasión pero sí me lo regaló ella.
- ¿Y qué pasó?
- Cosas de la vida supongo, a decir verdad pasaron muchas cosas pero ahora es es un lindo recuerdo, de esto ya hace muchos años.
- Y ahora dígame ¿está casado usted?
- No… vos, por favor, dirás que se me pasó el tren a mi edad.
- No, no lo diré - Aunque a decir verdad esta vez parece que el hombre tiene razón - Véame a mí.
- ¿Soltera?
- Ojalá… divorciada, ustedes los hombres a veces pueden ser terribles, de hecho el que fue mi marido es toda una bosta con perdón de la palabra.
- Y a veces no hay otra mejor.
- Es lo que le digo a mi hijo.
Parece otra tipa ahora, sin tanto rouge o más bien con lo poco que se deja ver con esta luz de luna…Es un idiota buenaso al fin y al cabo que para ser hombre es mucho... De carnaval o de propaganda, los ojos delineados en alto contraste ahora se ven mucho mejor o no se ven tan fríos... Ese bigote es lo que me hace su cara familiar, claro tiene un aire al tío Augusto, pero más joven…
- ¿Y tu hijito?
- Ah Julián es un amor, tan inteligente, al padre no salió, si usted lo viera, si vos lo vie… ¡ay que raro me resulta tutearlo!
- ¿Por qué?
- No sé Juán, es raro qué sé yo por qué, usted hace cada pregunta, ahí tiene, ahí tenés otra vez.
Qué salame a mí me encanta - A mi sin embargo me gusta, es decir me parece mejor ¿viste? - por qué arquearás así la ceja Luciana ¿dije algo malo, demasiada confianza te parece?
- Mmmm… sí tenés razón Juán - Porque tiene razón - cómo es la gente ¿no?
- ¿Vos decís con las distancias?
- Claro de repente yo a vos no te conocía porque trabajamos en cosas distintas y bueno en el mismo piso sí pero nunca pensé…
Que existía - Que alguna vez podríamos charlar.
- Exactamente.
- Bueno a decir verdad yo tampoco y también me equivoqué es más te voy a confesar algo, hasta esta noche yo usted digo vos disculpame Luciana pero…
- ¿Luciana? - ¿cómo supo?
- Ah sí, lo sé por accidente, creo que me vas a creer… - sí me va a creer, el tono fue de grato asombro y no de reproche - …que fue accidental, encontré tú cartera y me topé con tú documento.
- ¡Ay Juán estoy horrible en esa foto! - Cuánto hace que no me decían así, desde la secundaria, desde entonces.
- Y bueno quiero decir que para nada pero hasta bueno no digo o sea más bonita pero bien linda - ehhhhhh - y el nombre tú nombre es muy lindo nombre.
- Bueno - Que tonto lindo nombre me dice, linda foto, que tonto - gracias dos veces
- ¿Dos?
- Por el cumplido y por la mentirilla.
- No qué va si lo digo en serio - qué linda sonrisa.

Y como la luz no volvía y porque hay cosas que se ven mejor sin ella, anduvieron de paseo aquella noche, recorriendo los paisajes de sus vidas. Y hasta se rieron de buena gana y sin mesura. Él le contó de su pasado solitario y su presente resignado, ella, de sus ayeres traicionados y sus cosechas descreídas. No hubo cuando la luz del sol tocó la ventana sino lamento. Lamento, porque con el día la electricidad volvió, y con la electricidad las puertas nuevamente estuvieron abiertas y detrás de ellas, los caminos sujetos sólo por la voluntad de sus pasos. Lamento, porque detrás de las ojeras y los paladares negros de café frío quemado, dos rutinarios desconocidos estaban enfrentados y descubiertos, desnudos más allá de sus ropas, felices y temerosos, más todavía pendiendo las cadenas, derruidas pero no desechas, de sus corazones en pena. Y se despidieron:

- Luciana Luciana, que nombre más bonito, por qué no lo usas más seguido me pregunto.
- Tú segundo nombre me gusta.
- ¿Entonces?
- Y entonces ahora para mí sos Gastón.
Mi nombre secreto para vos si querés - Me parece justo - y me encanta - más que eso… me encanta.

En esta hora incierta en que el sol se recuesta sobre el horizonte, en la que el sol se reinventa en aquella otra frontera, en esta hora, en que lo que es y lo que parece son y no son una misma cosa, quiero estarme un rato todavía sin pensar que después, tendré que decidir si ya es de noche o amanece.

La mañana del lunes el piso volvió a roer con su encía de oficina los chasquidos de teclados, los zumbares de procesos de computadora, los apretados pasos en la alfombra. El aire vibraba su metódica desarmonía de costumbre. Un tímido saludo hubo entre los dos, cuando en un pasillo, el perfume de naranjas atropelló a Juán que levantó la cabeza de los papeles que llevaba. Luciana sonrió mecánicamente, no con aquella sonrisa de madrugada, sino con la mueca de serie, un gesto epiléptico, acentuado y fugaz. Él asintió, y al bajar el mentón también bajó la vista al suelo.

Y como la luz ya había vuelto y porque hay cosas que no se ven con ella, él se dijo que así era mejor, después de todo esa señorita no era de fiar, una chica con un pasado muy alocado y un dudoso carisma hacia el jefe, y ella, que a lo pasado pisado, que ese tipo era un hombre sin mundo, diminuto pobre diablo sin futuro, así era mejor.

Ahora, que Gastón y Luciana han decidido sus luces y sus sombras, vosotros, que habéis leído esta historia, salid a la calle, abrid bien los ojos y atended primero al alma y después, mucho después, a la razón.